La película Mon Oncle de Jacques Tati parodia de forma cáustica un consumismo tecnológico, impuloso y de sesgo pequeñoburgués. Su centro de acción lo constituye la vivienda de la familia Arpel, predispuesta para materializar un prototipo de casa “moderna”: una efectiva machine à habiter, construida en los estudios Victorine en Niza, y ubicable en el entonces nuevo barrio residencial de Créteil. En ella, un sinfín de artilugios domésticos, caracterizados por un aspecto y un funcionamiento robótico, condicionan prescriptivamente unas cuantas existencias alienadas, debido a un estilo de vida enrarecido y coercitivo que se desenvuelve en un entorno pretendidamente high-tech y visiblemente “esterilizado.”
Es parte de la revista
Bitácora Arquitectura; Núm. 40 (2018): Cine y arquitectura