El arco como símbolo del triunfo tiene antecedentes en la Roma imperial. De origen militar, elogiaba la victoria de los ejércitos y saludaba el nombre de personajes influyentes: por ahí desfilarían los representantes de una versión del “triunfo.” A pesar de que han transcurrido cientos de años desde la celebración de aquellos rituales, hoy es posible encontrar esos vestigios en contextos cercanos. Si durante el Renacimiento y el siglo XIX se copiaron los motivosde la arquitectura clásica para modelar la representación del poder, el siglo xx no fue ajeno al empleo de formas previas con la finalidad de cristalizar una idea de lo memorable.1En Occidente, los regímenes totalitarios de los años treinta se caracterizaron por disponer de la arquitectura como instrumento ideológico, algo que Walter Benjamin identificóen la “estetización de la política.”