Construir y configurar el espacio requiere experiencia y, además, lógica y pensamiento racional, son productos de nuestra conciencia; no así la creación de escenarios significativos; la representación sale del subconsciente de nuestro subsuelo cultural; es la parte que no se puede programar de la arquitectura y es la que produce una emoción que perdura y ve pasar nuestro tiempo cuando se convierte en obra de arte.